París bien vale un laboratorio
Cuando viajo a París, mi madre siempre me responde con las mismas palabras: París bien vale una misa. Esta frase, al parecer, se atribuye a Enrique de Borbón, quien eligió convertirse al catolicismo para poder reinar en Francia. Lo cierto es que, por unos motivos u otros, he estado varias veces en París los últimos años, y gracias a esas visitas he podido ir descubriendo más de la ciencia escondida en esta ciudad. El péndulo de Foucault del Panteón, el patrón de metro en la Place Vendôme, las marcas del meridiano de París… París está lleno de historias y lugares emblemáticos y esta última vez he pisado un templo que quiero compartir con vosotros: el laboratorio de Marie Curie.
El laboratorio de un científico es su hogar. Es algo sagrado. No importa lo bueno, lo cuidado, o lo viejo que sea, se proclama siempre un cierto respeto al entrar en el laboratorio de otro investigador. Sabes que está dejándote entrar en su casa. Pero la ciencia evoluciona y los laboratorios también cambian. La necesidad suele imponerse al romanticismo, y hoy en día resulta difícil visitar algunos de los laboratorios que hicieron historia porque se han reciclado, actualizado o destruido. Algunos… pero no todos.
El laboratorio de Marie Curie en París sí se puede visitar. De hecho, aún puede leerse en la fachada, escrito en piedra, su nombre antiguo: «Institut du radium«. Creado en 1909, tres años después de la muerte de Pierre Curie, el Instituto del Radio se fundó gracias a un acuerdo de la Facultad de Ciencias y el Instituto Pasteur y se dividió en dos laboratorios: el laboratorio Curie (de física y química) y el laboratorio Pasteur (de radiofisiología).
Podéis preguntaros: ¿por qué construir un instituto dedicado sólo a un elemento? No hay un instituto del helio o un instituto del hierro. ¿Por qué uno para el radio? Quizá os ayude a haceros una idea el siguiente dato: cuando Marie Curie visitó la Casa Blanca en 1921 lo que llevó al presidente Harding como regalo fue única y exclusivamente 1 gramo de Ra. Su valor era de unos 100000$. El radio es uno de los elementos más radiactivos que conocemos (superado sólo por el polonio), y existe en cantidades minúsculas en los minerales de uranio. Extraerlo es muy complicado, y manejarlo también. De hecho, para transportar el gramo de Ra, Marie Curie tuvo que utilizar una caja plomada de caoba de, atención: ¡46 kg!. Esta caja, entre otros muchos instrumentos originales para medir la radiactividad, son algunas de las pequeñas joyas del Museo Curie.
Pero lo más interesante del museo, sin lugar a dudas, es que conserva intactos el despacho y el laboratorio donde trabajaba Marie. Alguien, con un gusto exquisito, ha tenido la gran idea de dejar su vestido negro para ayudarnos a viajar en el tiempo, e imaginarla sujetando el tubo de ensayo, destilando nuevos materiales de la tabla periódica, descubriendo el Nuevo Mundo que se estaba abriendo en el átomo. Es una gran sensación estar ahí, pisando el mismo suelo donde estuvo ella, porque ni el suelo se ha cambiado.
Si os gusta la ciencia, si os gusta la historia, si apreciáis algo el progreso humano y el valor del sacrificio, la próxima vez que vayáis a París, además de ver la fabulosa Tour Eiffel, también pasaréis por aquí. Porque París bien vale un laboratorio.
@DayInLab
Podéis encontrar toda la información del Museo Curie en su web. Es gratuito y se encuentra en la Rue Pierre et Marie Curie 11, cerca de los Jardines de Luxemburgo. Prestad atención porque no se puede visitar todos los días de la semana.
Creo que omitiría una palabra y agregaría una coma para hacer una generalización: «Si os gusta la ciencia, os gusta la historia»… y es genial como mezclas ambas.
[…] supuesto. Aunque ha habido grandes científicas como Marie Curie, Rosalind Franklin, o Lise Meitner hay una falta de referentes femeninos a lo largo de la historia […]
[…] en Europa era imprencindible. Después del Cavendish el otro gran laboratorio europeo era el de los Curie, en […]