Breve guía sobre la liberación animal

Breve guía sobre la liberación animal

Un nuevo artículo del colaborador David García González

Cuestionar nuestras más arraigadas creencias requiere de mucho coraje porque implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida. David Fischman

Si habéis leído alguna de mis colaboraciones anteriores en el blog sabréis que suelen ser reseñas de libros que me han llamado la atención. En esta ocasión el libro en cuestión tiene ya sus años, fue escrito en 1975, pero que aborda un tema que sigue tan vigente hoy como en el día en que se escribió. El libro se llama «Liberación animal» y su autor es Peter Singer, filósofo utilitarista australiano, autor de otros libros interesantes dentro del campo de la Ética aplicada [1].

Liberación animal, de Peter Singer

1. Introducción

Entre la crueldad con el ser humano y la brutalidad con los animales no hay más diferencia que la víctima. Alphonse de Lamartine

Tal y como se indica en el prefacio a la primera edición del libro, «Liberación animal» trata esencialmente de la tiranía de los humanos sobre los animales no humanos [2][3]. Según el autor, esta tiranía ha causado y sigue causando un sufrimiento incalculable y su erradicación constituye una lucha tan justa desde el punto de vista ético como cualquiera de las luchas sociales que se produjeron en las últimas décadas del siglo pasado [4].

El libro está dividido en seis capítulos en los que se trata: el principio ético que justifica que tengamos que extender la igualdad de consideración a los animales no humanos, ejemplos concretos de la violación de ese principio ético (la manera en la se utiliza a los animales no humanos como herramientas de laboratorio y la manera en la que se maltratan en las granjas industriales), las implicaciones prácticas que se derivan de ser consecuentes con dicho principio y, finalmente, la ideología que protege y justifica las prácticas actuales que atentan contra dicho principio.

Adentrarme en el contenido de cada uno de estos capítulos es inviable por lo que voy a centrarme exclusivamente en la tesis central del libro, expuesta en el capítulo primero.

2. El principio de igualdad y su extensión a los animales no humanos

El bien de cualquier persona individual no tiene mayor importancia, desde el punto de vista de (por así decirlo) el Universo, que el bien de cualquier otra persona. Henry Sidgwick

El argumento del autor para incluir a los animales no humanos dentro de la misma esfera moral que a los humanos es relativamente sencillo:

  • Uno, el principio de igualdad, en el que fundamentamos la igualdad entre los humanos, establece que una diferencia objetiva en las capacidades de dos personas no justifica que haya diferencia alguna en la consideración que demos a sus necesidades e intereses [5].
  • Dos, si el principio de igualdad establece que nuestra preocupación por el otro y nuestra predisposición a considerar sus intereses no debería depender de cómo es el otro o de qué habilidades tenga, se sigue que la toma en consideración de los intereses de un ser, cualesquiera que sean estos intereses, debe extenderse a todos los seres, ya sean blancos o negros, masculinos o femeninos, humanos o no humanos.

El principio de igualdad es la base para la liberación animal.

Así, de acuerdo con el principio de igualdad, el racismo y el sexismo, esto es, el prejuicio y el sesgo a favor de los intereses de los miembros de una raza frente a los de otra o de los intereses de un sexo frente al otro, son éticamente condenables. De la misma forma, y por este mismo principio, es éticamente condenable el especismo, esto es, el prejuicio y el sesgo a favor de los intereses de los miembros de una especie por encima de los intereses de los miembros de otra especie.

3. El sufrimiento como criterio de inclusión en la comunidad moral

La pregunta no es ¿pueden razonar?, ni tampoco es ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir? Jeremy Bentham

¿Qué característica delimita la frontera entre los seres cuyos intereses debemos tener en cuenta y aquellos cuyos intereses podemos ignorar? ¿Qué criterio permite establece la frontera de nuestra comunidad moral?

Según el autor, es la capacidad de padecer o sufrir la característica vital que otorga a un ser el derecho a la igualdad de consideración de sus intereses. La capacidad de sufrir:

  • es una condición necesaria para decir que un ser tiene intereses, una piedra no sufre y por tanto carece de intereses, y
  • es también una condición suficiente, puesto que, al menos, dicho ser tiene el interés mínimo de no sufrir.

Al decir que debemos considerar los intereses de todos los seres que tengan la capacidad de sufrir, no excluimos de forma arbitraria la consideración de ningún interés, como sí lo hacen otros que establecen la frontera, por ejemplo, en la capacidad para razonar de forma inteligente.

Los humanos, que esclavizan, castran, experimentan y descuartizan otros animales, prefieren pretender que los animales no sienten dolor. Esta distinción entre humanos y «animales» es esencial si vamos a hacer con ellos lo que queramos, hacerlos trabajar, llevarlos puestos y comerlos, sin la preocupante sensación de culpa o remordimiento. […] El comportamiento de otros animales vuelve falsas tales pretensiones. Ellos se parecen demasiado a nosotros. Carl Sagan

Y si os estáis preguntando si los animales no humanos sufren, el autor también aclara este punto.

No existen razones, ni científicas ni filosóficas, para negar que los animales sufran.

Sería irracional suponer, al compararnos con otros animales no humanos, que sistemas nerviosos casi idénticos fisiológicamente, con un origen y una función evolutiva comunes, y que llevan a comportamientos parecidos en similares circunstancias funcionen de un modo radicalmente distinto en el plano de los sentimientos subjetivos. No parece que existan buenas razones, ni científicas ni filosóficas, para negar que los animales no humanos sufren. Si no tenemos dudas de que los animales humanos sufren, no hay razón por la que hayamos de tener dudas de que los animales no humanos también sufren.

4. Obrar en consecuencia

No necesitamos comer animales, vestirlos o usarlos para propósitos de entretenimiento y nuestra única defensa para esos usos es nuestro placer, diversión y conveniencia. Gary L. Francione

Si, como hemos comentado en el punto 3, los animales no humanos sufren y, como hemos visto en el punto 2, no hay ninguna justificación moral para considerar dicho sufrimiento como menos importante que el sufrimiento humano, ¿qué consecuencias prácticas se derivan de estas dos premisas?

El autor plantea que comparar el sufrimiento de los miembros de especies diferentes no es una tarea que pueda hacerse de un modo preciso. Sin embargo, lo cierto es que, según él, la precisión no es esencial. Incluso si nos fijamos el objetivo de evitar el sufrimiento de los animales no humanos sólo en aquellos casos en que los intereses de los humanos se vean mínimamente afectados en comparación al de los intereses de éstos, nos veremos forzados a cambiar radicalmente el trato que les damos.

Porcentaje de población vegetariana por país.

Este cambio requiere que modifiquemos: nuestra dieta, las prácticas utilizadas en las granjas, los procedimientos experimentales en determinados campos de la ciencia, nuestra visión de la vida animal y de la caza, de los cepos y de las pieles, de los espacios de entretenimiento como circos, rodeos y zoológicos, etcétera.

La gente dice con frecuencia que los humanos siempre han comido carne, como si ésta fuera una justificación para continuar la práctica. De acuerdo con esta lógica, no deberíamos tratar de evitar que la gente mate a otra gente dado que esto también ha sucedido desde el comienzo de los tiempos. Isaac Bashevis Singer

El resultado sería eliminar del planeta una ingente cantidad de sufrimiento.

5. Sufrimiento versus muerte

Es sólo el hombre, el malintencionado hombre, quien puede hacer de la muerte un deporte. Bernard Mandeville

Finalmente, son interesantes las reflexiones que hace el autor sobre el hecho de sacrificar animales no humanos.

La aplicación del principio de igualdad en lo relativo al sufrimiento es, al menos en teoría, bastante clara. El dolor y el sufrimiento son malos en sí mismos y deben evitarse o minimizarse, al margen de la raza, el sexo o la especie del ser que sufre. Sin embargo, resulta más complejo, pronunciarse sobre el dilema de matar a otro ser [6].

¿Cómo evitamos caer en el especismo en este tema?

La única manera es la de permitir que seres que sean semejantes en todos los aspectos relevantes tengan un derecho similar a la vida. La mera pertenencia a nuestra propia especie biológica no puede ser un criterio moralmente relevante para obtener este derecho. En otras palabras, cualesquiera que sean los criterios que escojamos, a la hora de decidir si es moralmente aceptable quitar la vida a un ser, tendremos que admitir que no se ajustan con exactitud a la línea divisoria que separa nuestra especie de las demás.

Ahora bien, esto no significa que no se pueda argumentar que algunos rasgos de ciertos seres hacen que sus vidas sean más valiosas que las de otros. Rechazar el especismo no implica que todas las vidas tengan igual valor. No es arbitrario, por ejemplo, pensar que la vida de un ser autoconsciente, con capacidad de pensamiento abstracto, de proyectar su futuro, de complejos actos de comunicación, etcétera, es más valiosa que la vida de un ser sin estas capacidades [7], lo que significaría que, en general, si tuviéramos que decidirnos entre la vida de un ser humano y la de otro animal, elegiríamos salvar la del humano; sin embargo, puede haber casos especiales en que pudiera mantenerse lo contrario, debido a que el ser humano en cuestión no gozara de una capacidad normal. Esta posición no es especista ya que la preferencia por el ser humano se basa en las características que un ser humano normal tiene y no en el mero hecho de que es un miembro de nuestra propia especie.

En todo caso, la cuestión de si está mal sacrificar, indoloramente, a un animal, es una pregunta a la que no es necesario dar respuesta mientras que recordemos que debemos respetar por igual las vidas de los animales no humanos y las de los humanos con un nivel mental similar.

6. Conclusión

No hay nada en el mundo tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado. Víctor Hugo

La idea central del libro es pues que la discriminación en contra de cualquier ser vivo única y exclusivamente en virtud de su especie es una forma de prejuicio tan inmoral e indefendible como lo es la discriminación entre humanos en virtud de la raza o el sexo.

Para defender esta idea el autor no apela a la empatía o a nuestros sentimientos, sino que apela a la razón. En consecuencia, si no somos capaces de refutar el argumento central del libro, deberemos reconocer que el especismo es moralmente condenable y, en dicho punto, si queremos mantener cierta coherencia entre aquello en lo que creemos y aquello que hacemos, no nos quedará más remedio que intentar de eliminar las prácticas especistas en las que incurrimos, tanto a nivel personal, modificando los hábitos con los que causamos el sufrimiento de los animales no humanos, como a nivel social y político, oponiéndonos a las prácticas especistas existentes en la sociedad en la que vivimos.

Personalmente, estoy convencido de que algún día nuestros descendientes echarán la vista atrás y se preguntarán cómo nosotros, sus antepasados, fuimos capaces de infligir semejante sufrimiento a miles de millones de seres vivos inocentes. Sólo cabe esperar que ese día llegue más pronto que tarde.

 


[1] Por ejemplo, si os interesa el tema de la pobreza mundial y cómo cada uno de nosotros puede contribuir a eliminarla, podéis echar un vistazo a “The Life You Can Save: Acting Now to End World Poverty”. Es probable que este libro, que puede obtenerse de forma gratuita, en formato de libro electrónico o de audiolibro, en la página web https://www.thelifeyoucansave.org/the-book, cambie vuestra manera de pensar en este tema.

[2] Esta tiranía está justificada por una ideología a la que el autor, por analogía con el racismo o el sexismo, bautiza con el nombre de especismo.

[3] El propio lenguaje es especista al separar al humano de la categoría animal creando la falsa dicotomía entre humanos y animales cuando, si queremos realizar dicha separación, deberíamos hablar de animales humanos y animales no humanos.

[4] El autor se refiere a los movimientos por los derechos civiles de los afroamericanos de Estados Unidos o a los movimientos de liberación de las mujeres con los que el autor traza frecuentemente paralelismos a lo largo del libro.

[5] Obsérvese que el principio de la igualdad de los seres humanos no es, por tanto, una descripción de una supuesta igualdad real entre ellos, sino una prescripción relativa a cómo deberían tratarse los unos a los otros.

[6] Así lo atestiguan, por ejemplo, los continuos debates sobre el aborto o la eutanasia.

[7] Para ver la diferencia que hay entre el hecho de infligir dolor y el de segar una vida, basta con pararse a pensar cómo actuaríamos dentro de nuestra propia especie. Si tuviéramos que elegir entre salvar la vida de un ser humano normal o la de una persona con retraso mental, probablemente escogeríamos salvar al primero; pero si el dilema consistiera en evitar dolor tan solo a uno de ellos no está en absoluto tan claro cómo deberíamos actuar. Lo mismo sucede cuando consideramos a otras especies.