La maleta de Xenón (contrabando científico)
Los físicos experimentales vivimos de muestras. No necesitamos comer, ni respirar, ni dormir (bueno, dormir un poco =), pero desde luego necesitamos muestras. Sé que seguramente no me creeréis así que aquí debajo os he preparado esta pequeña representación de mi primer año de tesis hecha a base de los 42 portamuestras que medí en distintos experimentos. Sabréis que no miento porque en la foto está el portamuestras que fue protagonista de mi primera entrada de DayInLab. Yo perdí la cuenta hace tiempo, pero si no me equivoco viene a ser unas ¡200 muestras por año!
A lo que voy es que, si pescáis a un físico experimental por los pasillos lo más seguro es que, en la mano, lleve una caja de Ferrero Rocher llena de muestras (sí, las cajas de Ferrero cumplen muy bien con esta función y por eso tenemos que sacrificarnos comiendo los bombones… =D).
El caso es que las muestras pasan por muchas manos: las creces, las llevas al microscopio, las mides en los rayos X, se te parten por donde no querías, haces tratamientos térmicos, las mandas a Alemania para usar alguna de esas técnicas que aquí no consigues encontrar, alguien te pide otro trozo para hacer una prueba… Con mucha suerte, al final consigues que algún pedazo de muestra vuelva a casa, donde la guardarás con cariño nuevamente por si acaso es la muestra del Nobel.
En realidad es un viaje apasionante porque en cada paso vas conociendo algo más de tu muestra, van surgiendo más ideas sobre qué parámetros cambiar o sobre qué es lo que de verdad está pasando. Y lo más importante: vas teniendo un punto más para tu gráfica, .
Pero el viaje no sólo es figurado. Los científicos viajamos, literalmente, llenos de muestras. Cuando vas de congreso te llevas muestras para los colegas de otras partes del mundo con los que coincidirás. Cuando vas de sincrotrón te llueven muestras de gente por si acaso te sobra tiempo de haz (¡ja!). Cuando hay alguna visita en tu laboratorio le preguntas por las técnicas que tiene disponibles y le tratas de encasquetar alguna muestra para ver si te sirven. En fin, que los experimentales nos pasamos el día haciendo contrabando científico.
En serio, no me sorprendería que en más de un aeropuerto hayan parado a algún físico en los arcos de seguridad y le hayan dicho: «¿Lleva usted algo metálico en la chaqueta?«. Y el ingenuo del físico responderá: «Sí, pero sólo son nanopartículas de oro para mi colaborador de Berkeley«. Como el caso de esa señora que quería pasar su botella de agua congelada por el control porque aseguraba que eso no era ningún líquido (muy top).
Sé que pensáis que estoy exagerando, pero como DayInLab es ciencia real (directamente traída del laboratorio) voy a contaros el equipaje más extraño que nunca he hecho para un viaje. Ocurrió durante mi estancia de postdoc en Lisboa. Tenía que hacer un viaje navideño a Madrid, y esta vez venía en coche. Para el año siguiente estábamos planeando un experimento de implantación en Lisboa, del tipo que ya os he contado alguna vez, y era un experimento para el que necesitábamos Xenón. Pero había un ligero problema: ¡no teníamos botella de Xe en Lisboa! El Xe no es un elemento precisamente barato y creo que la botellita cuesta como unos 300 €, algo que tampoco podíamos pagar en ese momento.
Sin embargo, en el laboratorio de Madrid teníamos una botella libre. Ya véis por dónde voy, ¿no? Pues efectivamente. De Madrid a Lisboa hay 630 km en coche, unas 6 horas, y yo los hice con una maleta en la que, además del jamón, llevaba una botella de Xenón prestada. Al más puro estilo Breaking Bad. La buena noticia es que gracias a aquella botella pudimos hacer el experimento y, cómo no, sacar más muestras con las que continuar traficando. La ciencia es así.