¿Por qué sigo escribiendo en un blog cuatro años después?
Hoy es el cumpleblog de Another Day In the Lab. Se me hace mayor el chavalín (4 años y 200000 visitas ya). Y como suele pasar por estar fechas me pregunto: ¿debo seguir escribiendo un blog? El otro día me confesaba con mis compañeras onduladas, Ana Rota y Ana Peña, y les decía: «los blogs están muertos; la gente no lee». Entonces, ¿para qué seguir escribiendo un blog?
Dicen que el año 2000 fue el primer momento de la historia en el que empezó a ser más barato tener información que comprenderla, y posiblemente sea cierto. La irrupción de Google y las redes sociales hace que desde ese año naveguemos por un mar de inmediatez, buscando lo fácil: aprender en 140 caracteres o en un vídeo de 5 minutos. Porque con el ritmo frenético que llevan nuestras vidas, ¡quién se tomaría el tiempo para leer 1000 palabras! O peor, ¿quién sería el romántico que se aventuraría a leer las 380000 palabras que tiene El Quijote? ¿Para qué? Creo que Nicholas Carr acierta de pleno en su libro Superficiales cuando dice que «en los momentos tranquilos y prolongados de lectura sin distracciones, la gente hace sus propias asociaciones, inferencias y analogías, cultiva sus propias ideas. Se piensa profundamente cuando se lee profundamente».
Hay gente que piensa que la divulgación debe adaptarse a la moda, y que si ahora la moda es Instagram, Youtube, o los hilos de Twitter hay que utilizar esos formatos. Yo tengo una visión diferente, quizá porque hice el camino inverso. He sido un bloguero tardío, ya que @DayInLab nació en Twitter antes de ser un blog. Cambié de formato porque consideraba que no era posible contar lo que ocurría en mi Laboratorio en un tuit, y yo realmente quería que la gente pudiera apreciar todo el encanto de mi Laboratorio, e incluso el arte que hay en él. Y os diré una cosa: para apreciar ese encanto, al igual que para apreciar la belleza de una noche estrellada, no hacen falta más formatos: hace falta TIEMPO. ¿Verdad que nos tomaríamos nuestro tiempo para disfrutar de esta obra de Van Gogh?
Llamádme loco, pero tengo la ingenua idea de que lo que funcionó conmigo puede funcionar con más gente. Y conmigo funcionó muy bien la divulgación escrita; libros como Cien preguntas básicas sobre la ciencia de Asimov. Dicho sea de paso, ese libro era una recopilación de entradas de 500 palabras que Asimov escribía en su columna del Science Digest. Vamos, que era el equivalente a un blog de la época. Curioso, ¿no?
Hoy tenemos la ventaja de que cualquiera puede publicar un blog. Bien es cierto que hay una gran desventaja: no todos podemos ser tan buenos como Asimov divulgando. Pero por encima de ésa, creo que sin lugar a dudas la mayor limitación es que no nos regalamos el tiempo necesario, porque para mí divulgar es mucho más que enseñar. Divulgar significa cambiar la manera de pensar de la gente, y eso requiere tiempo.
Así que si me preguntáis por qué sigo escribiendo un blog aquí tenéis la respuesta: porque conmigo funcionó. Cambió tanto mi forma de pensar que hoy soy científico. Y creo, o quiero creer, que ahí fuera, en ese mundo devorado por la prisa y la tecnología desaprovechada, todavía queda gente como yo, que puede quedar atrapada entre las palabras. Sigo escribiendo porque, como Kipling, creo que
Las palabras son, sin duda, la droga más poderosa usada por la humanidad.
@DayInLab