¿Estamos locos los científicos?

¿Estamos locos los científicos?

Hace poco recibí de mi fan #1 este maravilloso recorte de un libro de Física:

Ahora que me encuentro leyendo El genio incomprendido (de Federico di Trocchio) he vuelto a pensar nuevamente sobre esto. Los científicos estamos llenos de estereotipos, y uno de los más extendidos es que nuestra genialidad proviene de nuestra locura. Pero, ¿realmente podemos decir que estamos locos, chiflados o maniáticos? Si nos ponemos a buscar comportamientos suicidas, desde luego no nos faltan ejemplos. Entre los físicos tenemos a Demócrito, Ehrenfest, Boltzmann, Bridgman, Drude… Entre los matemáticos tenemos a Turing, Taniyama, Ramanujan, Liapunov, Hausdorff… Y mejor no menciono a los médicos.

Pues bien, resulta que hay gente que se ha tomado en serio esta pregunta y ha querido responderla. Géza Révész, un psiquiatra húngaro de principios del siglo XX, analizó con cuidado este tema y llegó a una conclusión: los genios aquejados de enfermedades psíquicas son una excepción. Es cierto que existen casos famosos en la historia de científicos con enfermedades mentales como el Gödel o Cantor, pero la gran mayoría de científicos que tienen la etiqueta de genios han sido perfectamente normales: Galileo, Fermi, Mach, o Leibniz, por ejemplo. Dicho de otra manera, no parece que exista ningún trastorno mental grave asociado profesionalmente con los científicos.

Una mente maravillosa (2001)

Pero existe entre estas enfermedades una excepción importante: la paranoia, cuyo exponente más conocido es, seguramente, John Nash. Curiosamente la paranoia se trata de una «psicosis funcional con delirio crónico, lúcido y sistematizado, que apenas comporta fenómenos alucinatorios, y que permite conservar la estructura de la personalidad y no provoca ninguna disociación, de modo que no afecta a la lógica formal«.

Puesto que la tarea de un genio es producir asociaciones originales e inalcanzables por el resto de la comunidad exige, además de dotes técnicas, una gran capacidad de fantasía. Por ello, ciertos rasgos de la actividad científica pueden asemejarse a los de esta enfermedad y convivir con ella. En particular, la fijación por un problema concreto, la energía creadora exagerada, y el grado personal con el que se involucran los científicos es un punto común entre ambas. ¿Significa eso que los científicos geniales son unos paranoicos? Para nada. Lo que significa es que no es tan sencillo distinguirlo, porque a menudo el genio sólo se reconoce a posteriori. Es decir, hay que tener cuidado cuando juzgamos por loca una idea que puede ser genial.

La diferencia sustancial entre el genio y el paranoico estriba en el hecho de que este último se fija siempre en un absurdo o un asunto personal, mientras que la idea del genio se convierte en un acto creativo de enorme valor. (G. Révész)

Marconi con su invento.

Hay demasiados casos en la historia de la ciencia en los que se ha tachado precipitadamente a los científicos de locos, pero ¡sobre todo por los propios científicos! Marconi, sin ir más lejos, se encontró con el escepticismo de Hertz y Poincaré, que defendían que era imposible enviar ondas de radio a distancias de más de 300 km. Sus razones eran buenas, pero la realidad es que ninguno pudo predecir la ionosfera, y los tres puntos del código Morse (la letra S) llegaron a través del Atlántico. Muchas ideas revolucionarias han tenido que esperar años hasta ser aceptadas, sobre todo, porque han tenido que imponerse a nuestros prejuicios.

Así que locura no, pero prejuicios tenemos todos; científicos incluidos.

@DayInLab