No todo el mundo vale (o por qué Harrison Ford sólo hay uno)
Alguien me dijo alguna vez que el Everest está lleno de cadáveres de gente que se sentía preparada. Lo que pretendía decir era, por supuesto, que frente al ideal de éxito que nos venden las películas norteamericanas, a veces no basta con querer hacer algo para lograrlo. A veces ni siquiera es suficiente con esforzarse. Quiero hablaros de eso hoy porque últimamente en el laboratorio hemos discutido mucho sobre el hecho de que no todo el mundo vale para hacer un doctorado.
Quiero empezar por ponerme de ejemplo para no personalizar. Veréis, a mí me gusta el ajedrez, pero no puedo jugar como lo hacen Carlsen o Anand. Podría esforzarme mucho, y a buen seguro subiría mi nivel, pero difícilmente ganaré al bot de mi móvil. No hay nada vergonzoso en ello. Sencillamente no todos podemos ser Federer, Jordan o Harrison Ford. Y hablo de Ford porque es el típico caso de éxito desde lo más bajo que todo el mundo conoce. Después de probar suerte como actor, decidió dedicarse a la carpintería y renunciar a esa carrera. Fue pura casualidad que conociera a un amigo (Fred Roos), que a su vez conocía a un desconocido George Lucas. El resto de la historia es bien conocida…
Harrison Ford es un ejemplo excelente de sesgo de supervivencia, y por eso es un ejemplo horrible de lo que puede lograr una persona. Porque sí, Ford es un caso notorio de que se puede lograr la fama y el éxito desde lo más bajo (Brat Pitt es otro ejemplo conocido), pero no podemos olvidar todos los otros casos que nunca llegaron ahí partiendo del mismo lugar. Dicho de otra manera, Ford en realidad es un contraejemplo porque es la excepción y no la norma. Este sesgo se junta además con otro conocido como efecto marco. Y es que tendemos a enmarcar las cosas que salen bien, pero no las que salen mal. (Por si hay algún influencer leyéndome eso es equivalente al hecho bien conocido de que nadie es tan guapo como en su foto de perfil.)
Pues bien, el doctorado no es tan complicado como ser actor en Hollywood, pero sin duda tampoco es para todo el mundo. Requiere ciertas habilidades, personales y profesionales, que no todas las personas pueden o saben desarrollar. Es más, debe ser así. Si no lo fuera, no sería el máximo título universitario que se otorga. Algunas de las habilidades requeridas se pueden entrenar y ganar con el tiempo; otras, quizá las más importantes, tienen que existir en la persona que desea emprender ese camino. Pero en ambos casos lo cierto es que esas habilidades no están siempre al alcance de todos…
El caso es que durante varios meses en nuestro laboratorio hemos tenido a un estudiante que nos ha recordado todo esto. Y ya que he hablado de Harrison Ford le llamaré Indi para preservar su anonimato. En principio Indi tenía una beca para hacer el doctorado. Venía, de hecho, de un país extranjero, pero venía con muchas carencias. Parecía que era la primera vez que usaba un ordenador en su vida, era incapaz de entender los conceptos más sencillos, comunicarse con él era un suplicio, y llevaba horas conseguir que hiciera las tareas más básicas. La realidad es que Indi no se adaptó nunca. Es más, Indi pensaba que el mundo debía adaptarse a él y no al revés.
Habría muchas anéctodas que contar de su paso por el laboratorio, que nos dejaron claro que ni tenía los conocimientos ni las habilidades para hacer el doctorado. Pero por encima de todas esas cosas está lo más importante: Indi no tenía la actitud para hacer un doctorado. Por un lado en su mente haber conseguido la beca ya era como haber conseguido el doctorado. No entendía que la beca sólo te da las condiciones, pero no las aptitudes para el doctorado. Puedes conseguir una beca y aún así ser un completo inútil. Por otro lado pensaba que todo el mundo tenía que ayudarle a hacer su trabajo. No entendía que la tesis es un trabajo fundamentalmente personal, donde debes autónomo, crecer como profesional y tomar como propio un problema científico concreto. No entendía que una tesis es cuestión de esfuerzo, pero de esfuerzo personal. Y por último, quizá lo peor, para Indi el doctorado era importante sólo como un título. No le importaba aprender, no le importaba el tema, y no le importaba el valor intelectual que supone un doctorado. Tristemente sólo quería un título que enseñar al regresar a su país.
Durante unos 9 meses intentamos darle a Indi un entorno en el que evolucionar en el laboratorio, pero cada vez era más evidente que no estaba preparado para hacer una tesis. Hacía aguas por todos lados. Hubo que afrontar una decisión difícil y decirle, sencillamente, que el doctorado no era para él, que él no era Harrison Ford. No lo entendió. Y lo que es más, ni siquiera creo que apreciara el hecho de que esa decisión era, sobre todo, por su propio bien. No entendió que a veces la mejor ayuda que te pueden prestar es decirte la verdad aunque te duela.
@DayInLab
Me gustó la reflexión, no suelo leer estos temas ni mucho menos comentarlos, pero decidí hacerlo para impulsarlos. Realmente me hizo pensar al respecto y reflexionar en la situación. Apoyo la opción de que no todos somos Harrison. Y no está mal. Gracias.
Me quedaba la duda de si un cambio de actitud y «ponerle empeño» podría hacer que Indi se encamine en lo que se espera de él… Pero, así nos duela, parece que, efectivamente, hay aspectos de nuestra forma de ser que no cambian, por más que nos lo hagan ver una y otra vez ¿Genio y figura hasta la sepultura?.
… y por cierto ¡Excelente! Me gusta cómo escribes y cómo haces de un incidente del día a día, sea bajo un instrumento de medición o en el entorno, sea emocionante de leer.
Muchas gracias, Carolos. Siempre viene bien saber que hay alguien al otro lado que disfruta con lo que escribo.