Cuando se cierra el círculo profesor-alumno
El otro día hicimos una jornada de puertas abiertas en nuestro laboratorio. Hacemos muchas para enseñar nuestro acelerador, pero aquella iba a ser diferente, si bien yo no podría saberlo en aquel momento. Estaba algo afónico así que decidí coger el primer grupo para descansar la voz después. Habría como unas 20 personas, pero dos de ellas destacaban por su edad. Una niña de apenas 5 años y sus abuelos, con más de 60. Curiosamente ambos eran hija y padres de una compañera de departamento. Me aferré a mi botella de agua y comencé.
Como siempre intenté hacerlo participativo. Preguntando por sus intereses y sus conocimientos de física. Saqué el contador Geiger para romper algunos mitos, y también les enseñé el mapa de radiación natural de España. Sorprendentemente tanto la niña como su abuelo escuchaban con la misma atención. Es más, al acabar la visita pregunté al grupo si les había gustado y la niña respondió inmediatamente que sí.
El día continuó y yo me olvidé de mis visitantes… hasta un par de días más tarde. Mi compañera me escribió y me dijo: «a mi padre se le encendió la bombilla. Él fue tu tutor en el colegio.» Yo me sentí muy mal por no haberle reconocido. Aún hoy me siento mal, porque realmente él no ha cambiado tanto como yo en 25 años… El caso es que él debió recordar algo en mí y me había buscado en las orlas del colegio, y sí: me había encontrado en aquella primera promoción.
La razón de que me sintiera tan mal es que su padre no sólo fue mi tutor: su padre era Juan Luis, mi profesor de ¡¡¡FÍSICA!!! Nosotros, por supuesto, no le llamámos por su nombre en esa época. Para eso están los motes. Pero resulta que Juan Luis me dio toda la Física del instituto y, especialmente, la de mi último año antes de la universidad. Es más, él es en gran medida culpable de mi carrera científica. Y es que Juan Luis me hizo un gran favor antes de la universidad: me suspendió su asignatura
Sí, sé que no es normal agradecer a los profesores por un suspenso. Pero yo tengo que hacerlo. Y es que Juan Luis no explicaba mal; todo lo contrario. Tenía un estilo desenfadado pero cercano. Pero en la primera evaluación del último año me suspendió Física. Era la parte más sencilla: cinemática y dinámica. No sé bien por qué la suspendí, pero a buen seguro lo merecía. El caso es que ese suspenso fue una buena llamada de atención.
Gracias a aquello reaccioné y me compré dos libros de Física. Uno de ellos exclusivamente de problemas resueltos, y me puse a hacerlos uno tras otro. Yo, en realidad, no tenía nada en contra de la Física, pero gracias a ese esfuerzo extra me di cuenta de que me gustaba más. Encontré un placer oculto en ese arte de hacer unos cuantos cálculos y llegar a la respuesta correcta. La Física funcionaba. La profundidad del pozo se sabía con sólo oir el sonido de la piedra, y el campo magnético sin duda servía para doblar las partículas. Todo se podía obtener con esos pocos datos. Me pasé muchas horas con esos problemas, y por supuesto las notas mejoraron. En Selectividad mi nota de Física fue 9.8 (me equivoqué en un signo =), y en mi lista de solicitud de Universidad, la carrera de Físicas también fue la primera opción.
Así que aquel día en el acelerador, sin saberlo, se había cerrado el círculo entre el profesor y el alumno. La serendipia permitió que intercambiaramos los papeles, y por una vez fui yo el que le enseñó algo al maestro. Sin duda sigo estando en deuda, porque aprendí mucho más de él. No obstante, tengo que decir que ese círculo es algo muy hermoso y es la razón de ser de los profesores. Porque los profesores no son importantes por lo que nos enseñan. Eso es una parte minúscula de lo que hacen y el conocimiento se olvida. No, los profesores son importantes porque tienen la habilidad para hacernos mejores personas. Ése es su verdadero legado: las personas.
Y por eso hoy esta entrada es para Juan Luis, que condicionó, para bien, el resto de mi vida profesional. Y esta entrada es también para David, profesor y amigo del que también me siento legado. Y ya puestos, esta entrada es para todos aquellos profesores anónimos que dan su tiempo para crear mejores personas aunque a veces no reciban el regalo de ver su círculo cerrado. Gracias por seguir ahí porque creedme: vuestra huella sobrevive.
@DayInLab
La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Nelson Mandela