Tu idea no vale nada: el método científico aplicado a la empresa
Una conocida frase de Tesla dice que la ciencia no es sino una perversión de sí misma a menos que busque mejorar la humanidad. Esto quiere decir que todo lo que hacemos en investigación puede (y debe en la medida de lo posible) llegar a la sociedad algún día.
Este mes he estado muy centrado en eso porque he asistido a un curso organizado por CIADE sobre emprendimiento universitario, o lo que es lo mismo: cómo llevar la ciencia del laboratorio a la empresa. Antes de nada tengo que decir que he aprendido muchísimo de nuestros profesores (Lorenzo, Antonella y Esperanza) y que ha sido realmente útil, así que lo recomiendo enormemente.
Y es que, viniendo del mundo académico el choque con la mentalidad de empresa es muy fuerte, seguramente porque en nuestros laboratorios vivimos muy alejados del mundo real y de los problemas de la gente en el día a día… Eso no significa que no tengamos que seguir haciendo investigación básica (y sabéis bien mi postura sobre esto), pero quiere decir que a veces tenemos que reflexionar más sobre lo que es verdaderamente útil para el mundo, preguntarnos lo que podemos hacer por solucionar los problemas concretos de la gente.
Y los científicos nos quedamos a menudo a medio camino en ese proceso, porque pensamos que nuestro trabajo acaba cuando generamos la idea, cuando descubrimos un nuevo material o una nueva aplicación. Y aquí va el primer mensaje contundente:
Tu idea no vale nada. Lo único que vale es la realización de tu idea.
Si tu idea es buena, si de verdad crees en ella, entonces tienes que seguirla y llevarla hasta el final. Dársela al vecino del 6º, a tu primo de Burkina Faso, a una empresa en la India… Porque si no la haces realidad, si no se puede usar, por muy buena que sea, la sociedad no se beneficiará de ella. Y creo que si muchas veces no lo hacemos es por conformismo y miedo al fracaso, cuando en realidad no hay nada de lo que avergonzarse. Está claro que no somos Silicon Valley, pero eso no significa que no podamos hacer grandes cosas.
El curso en el que he estado trata de quitarnos ese miedo y animarnos a dar el salto a la famosa StartUp. Por supuesto, cuando te lo planteas parece un abismo, pero lo más curioso, y esto es lo que quería contaros, es que las herramientas y el método actual para generar una empresa tecnológica es, ni más ni menos, que el método científico. ¿Sorprendido? Pues sí.
Veréis, el modelo se conoce como Lean Startup y lo desarrolló el emprendedor Eric Ries en 2008, tras varias experiencias fallidas de empresas. El sistema se basa en el llamado aprendizaje validado, que funciona como el método científico pero aplicado a la empresa, y por eso lo voy a contar por pasos.
Observación
Lo primero que hace un científico es observar. Las manzanas se caen, el Sol aparece todos los días por el mismo lado, si toco el fuego me quemo… Recoges hechos del mundo y te preguntas «¿por qué?». El Mercado es igual, puedes ver tendencias, cosas que la gente acepta rápidamente, o cosas que nadie compra.
Por ejemplo, yo observé que había una gran comunidad bloguera de ciencia y pensé que era algo que la sociedad necesitaba y apreciaba.
Pero debes centrar tu atención en una cosa por encima de todas: ¿tu idea maravillosa soluciona el problema de la gente? ¿Es algo que de verdad necesitan y les va a cambiar la vida? Cuando te hagas esa pregunta te darás cuenta de que no lo sabes. Y no lo sabes porque no le has preguntado a la gente. Sigues metido en el laboratorio. ¡Sal ya! Debes identificar a tus clientes reales, hablar con la gente, escuchar opiniones y sugerencias. ¡Visita el mundo exterior!
Hipótesis
Confías en tu idea y crees que la gente va a hacer cola para comprarte… Bien. Eso se llama una hipótesis. Pero ahora tienes que hacer una (o muchas) hipótesis inteligentes, del tipo «creo que el primer mes 100 personas visitarán mi web», «creo que si lo prueban, a 2 de cada 3 personas les gustará», «creo que la gente estaría dispuesta a pagar 100 € por mi producto», «creo que si pongo un anuncio en Google me enviarán 1000 correos electrónicos al mes».
Por ejemplo, al empezar este blog yo hice una hipótesis: creo que a la gente le gustará saber lo que pasa en mi laboratorio si se lo explico bien, y creo que disfrutarán con las historias que pasan.
Experimento
Muy bien, ya tienes una hipótesis, pero eso no te convierte en científico ni en empresario. Ahora tienes que mojarte y hacer los experimentos. Aquí el papel de la Naturaleza lo hace el mercado: tus clientes, usuarios, visitantes de web, o lo que corresponda… Y es el momento de pensar bien cómo validar tus hipótesis. Los científicos tenemos instrumentos, reglas, polímetros, aceleradores de partículas, etc. Tú necesitas lo mismo. Necesitas unas métricas, es decir, cosas que puedas medir en el mercado. Existen muchas métricas, y se pueden cambiar cada vez que hagan falta.
Por ejemplo, una métrica de mi blog puede ser el número de visitantes promedio por entrada, o por año, o por país. Por cierto, no sé qué hacéis que no léeis la última de Suzy.
Pero no basta con tener métricas; hay que marcarse objetivos y poder corregir hipótesis, y conviene hacerlo antes de medir para no tener sesgos (¿os suena?).
Por ejemplo, si me marco como objetivo que mi media por entrada sea de 100 personas y no lo cumplo voy a: a) cerrar el blog y buscar otro empleo, b) cambiar el título por uno más atractivo, c) invertir en Naukas cuando salga a bolsa.
Y llegamos a un mensaje clave, que voy a expresar en las palabras de un físico teórico:
Lo más importante es darte cuenta de que estás equivocado lo antes posible.
Aquí pasa lo mismo, sólo que además de equivocarte rápido debes hacerlo barato. Por eso se trata de buscar métricas sencillas, de montar cosas baratas (algo como una web o un modelo de prueba que enseñar), y recoger la mayor cantidad de datos del mercado, al igual que lo harías en el laboratorio. Cuantos más datos, más seguro estarás de tu decisión. ¿Crees que tu idea vale? Pon la web y pregunta. ¿Crees que les va a gustar? Déjales probar tu prototipo. ¿Crees que hay una comunidad para tu producto? Diles que te dejen su correo electrónico. Muévete. La mentalidad es invertir lo básico para tener un producto mínimo viable y utilizarlo para conseguir datos, de manera que cada paso esté validado por la experiencia. De nuevo: ¿os suena de algo?
Teoría
Cuando tienes los datos, un buen científico tiene que sentarse a extraer conclusiones. En la empresa es igual: tienes que recoger los resultados de tus métricas y tomar decisiones. Elaborar un modelo de crecimiento del tipo «si me han contestado 100 diciendo que les gusta, a lo mejor 3 me lo compran». Un conocido caso de teoría exitosa es Dropbox, que lo primero que lanzó fue un video promocional de «llamada a la acción«.
Su métrica fue la gente interesada que se suscribió. Cuando consiguieron una masa de usuarios grande (objetivo) dijeron: hipótesis validada, aquí hay negocio. Y entonces lanzaron el producto en serio. Aún no se han hecho ricos pero tienen millones de usuarios porque demonstraron que su idea valía.
Por ejemplo, mi media ha sido menor de 100 personas por entrada, no he cumplido mi objetivo, luego lo que cuento no interesa de verdad a la gente. Será mejor que me ponga a hablar de política…
Comienza de nuevo
Una teoría nunca lo explica todo y las hipótesis no acaban nunca, así que esto es un proceso cíclico de aprendizaje y mejora, sobre todo porque el mercado no actúa nunca igual (algo que en ciencia sí pasa: los electrones hacen siempre lo mismo cuando los mides). Con cada hipótesis validada o refutada debes volver a tomar decisiones y cambiar tu producto, el cliente al que va dirigido, el método de contarlo o promocionarlo, etc. Pero si consigues dar con un modelo rentable después de toda esa búsqueda, entonces bastará con multiplicar el número de usuarios para hacerte rico. Pero ahí está el secreto: hay que equivocarse mucho hasta llegar ahí y conviene que seas el primero.
Y con esto ya estáis listos para el mundo de la empresa tecnológica; al fin y al cabo no han hecho nada más que copiar nuestro exitoso modelo para generar conocimiento. Ah, por si alguno está sufriendo después de esta entrada… no, no me importan las métricas de mi blog, y no pienso cambiarlo por Another Day In The Office. =D
Me has tocado la fibra sensible… porque trabajo en una empresa. La teoría que cuentas y que te han enseñado es muy bonita, pero nada de eso sirve para absolutamente nada en la vida real. Una empresa sirve para generar dinero, no para solucionar los problemas de la sociedad o de una parte de esta. El mercado y, sobre todo, los «supuestos» directores y mentes pensantes de las empresas van por otros derroteros que se llaman beneficios económicos. Es más, rara vez, en una empresa real, de las que generan beneficios, los directores tienen la más mínima idea de lo que hace la empresa. Literalmente son «vendemotos» que se han aprendido «tres frases» (que se repiten hasta la saciedad y la repetición funciona, doy fe de ello, porque he empleado esa técnica muchísimas veces).
Hay dos puntos que has remarcado que, en la vida real, yo modicaría:
-Tu idea no vale nada. Lo único que vale es el beneficio ECONÓMICO que le vas a sacar a tu idea.
-Lo más importante es darte cuenta de que, aunque tu idea sea equivocada, hagas ver al cliente, lo antes posible, que es él quién está equivocado y le vendas tu idea antes que se de cuenta que le estas
engañando.
Como digo la teoría es muy bonita, pero quien manda es el dinero y si hay que hacer cualquier cosa por conseguirlo, se hace. Y esto lo aplica una start up con toda la buena voluntad del mundo, una PYME o una multinacional. Money rules! ?
Si tu propuesta (OFERTA) no capaz de solucionar un problema (entendido como una necesidad que genere la DEMANDA) no podrás desarrollar un modelo sustentable de largo plazo que genere pasta. Lo que dice este artículo no es diferente de lo que tú dices, simplemente está explicado de forma inteligente. Lo de engañar al cliente está bien para el vendedor de souvenirs, pero no para conseguir una empresa de éxito que crezca hasta ser enorme. El cliente no es tonto.
Gracias por tu comentario, Jorge. Totalmente de acuerdo con tu visión. Lo que al final le importa al empresario es únicamente el beneficio económico y ahí es cuando se pierde el valor original de la idea y se cambia por otros valores ($$$), y por eso es tan necesario que gran parte de la ciencia (básica o aplicada) siga su camino fuera de la empresa, con libertad y sin restricciones. En cualquier caso a mí lo que más me ha llamado la atención es esa especie de redescubrimiento del método científico aplicado a la empresa, del que no tenía noticia, y me ha sorprendido mucho todas las métricas y herramientas que se utilizan para eso. Estoy aprendiendo mucho del lado oscuro, pero tranquilo, que sigo prefiriendo la bata y los experimentos reales =).
Sorry I’m writing in English…
First of all, thanks for this nicely written story 🙂
Second, to my opinion, we, academic researchers conducting basic studies, are not prepared and even less armed to engage in the process of developing a viable company. I would even say that it is not our job. Some researchers can do applied science, and some of us sometimes do. But the main goal of basic science is to unravel ‘mysteries’ or discover new things (materials, phenomena…). Then, others should take benefit of these discoveries to create stuff useful for the people; they must take the risks, try to develop a company, fail, retry. We are here to provide them with ideas. That being said, academic institutions should learn to protect their discoveries by applying more frequently for patents.
Here was my humble opinion. Would be happy to ear your comments.
All the best,
Aurélien D.
Thanks for your comment, Aurélien!
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