Más problemas de Fermi y menos de cuántica

Más problemas de Fermi y menos de cuántica

El 16 de julio de 1945 a las 5:30 de la mañana se detonó Trintity, la primera bomba atómica. Enrico Fermi era uno de los que asistían a la explosión, en Alamogordo (New Mexico). Cuarenta segundos después de la explosión, la onda expansiva le alcanzó y él dejó caer unos trozos de papel. No había viento, pero la onda expansiva desplazó los trozos de papel a dos metros y medio de distancia. Viendo eso, Fermi estimó que la bomba había tenido una potencia de unos 10 kilotones (10000 toneladas de TNT). Las apuestas de los trabajadores iban desde 0 (fallo absoluto) hasta 18 kilotones, predichos por el físico Isidor Isaac Rabi. Los análisis radioquímicos de las muestras de suelo que se recogieron después indicaron que la bomba había tenido una potencia de unos 18.6 kilotones. Rabi ganó la apuesta.

Viñeta del cómic «Trinity» representando a Fermi

Hace poco he recordado este momento de la historia y la facilidad que tenía Fermi para hacer cálculos de cabeza en base a aproximaciones. Esta capacidad se volvió tan legendaria que llamamos problemas de Fermi* a aquellos que involucran el cálculo de cantidades que parecen imposibles de estimar, dada la poca información disponible. El más famoso de todos, que se le atribuye al propio Enrico, es el problema de cuántos afinadores de piano hay en Chicago. Pero hay muchos más. Por ejemplo, ¿cuántos pelos tienes en tu cabeza? o ¿cuántos neumáticos pinchados se reparan cada día?

De hecho, ahora que hablo de esto mi cerebro me ha mandando un recuerdo que pensaba perdido, y es el día en que me planteé mi primer problema de Fermi (aunque ni siquiera sabía que se llamaban así). Estando en mi habitación, contemplaba las paredes y el techo y pensé: ¿cuánto dinero puedo guardar en mi habitación?

«Me temo que les ha salido una física»

Creo que los problemas de Fermi aúnan dos de las esencias de la Física: la curiosidad por saber cosas aparentemente difíciles y la capacidad para ver el mundo en base a aproximaciones, pero aproximaciones realistas. Los problemas de Fermi te ayudan a pensar de verdad porque a menudo no hay una única respuesta correcta en la vida, y porque desde luego nadie te va a dar los datos para resolver tus problemas en ella.

Hoy quiero hacer una defensa de los problemas de Fermi, de las preguntas inútiles, de la imaginación, los juegos y las vacas esféricas. Y es que, cada vez siento que hacen más falta en la vida de los físicos o, por lo menos, de los estudiantes de Física.

Veréis, cuando yo hice la carrera recuerdo que tuve tiempo para leer, para ir a charlas (incluso saltándome clases: ¡herejía!), para jugar al billar (al mus ya sabía =D), para escalar… Recuerdo disfrutar de la libertad, no sólo en lo personal, sino de la libertad para aprender a mi manera. Por supuesto que había exámenes, y dificultades, y malos profesores y abandono (¡un 60%!). Pero había hueco para más. Sin embargo, llevo varios años hablando con los estudiantes que acaban ahora la carrera de Física. Y os diré lo que he observado…

Los estudiantes acaban en su mayoría exhaustos, como si les hubiera pasado un tren por encima. Dada la nota de corte actual sobra decir que los alumnos son listos, pero es que además los alumnos que me encuentro suelen ser tremendamente trabajadores y bastante responsables. Entienden a la perfección lo que significa un plazo, una evaluación, una presentación ante un cliente (eso somos, sí). Saben que somos exigentes y que no nos vale cualquier cosa. Miden el coste-beneficio antes de hacer nada. Sienten el estrés. Es más, me atrevería a decir que sus mentes están perfectamente adaptadas para la vida de empresa, porque en la práctica para muchos la carrera es eso: un trabajo.

Y yo me pregunto: ¿cuándo van a aprender a pensar?, ¿cuándo van a empezar a ser creativos?, ¿cuándo van a cambiar el mundo? No me malinterpretéis; saben muchas cosas, sin duda. Pueden resolverte pozos cuánticos con los ojos cerrados, calcularte parámetros de impacto, resolver circuitos analógicos y digitales, sacar campos magnéticos en hilos infinitos, obtener el espacio recíproco de una red cúbica centrada en las caras… Pero pregúntales cuántos pelos tienen en su cabeza y lo buscarán en Google.

Y no hago más que acordarme de esta escena de «El indomable Will Hunting», que recalca muy bien la diferencia entre una persona bien formada y una bien titulada, la diferencia entre alguien que es algo y alguien que tiene algo.

Llamádme romántico si queréis, pero creo que necesitamos urgentemente más problemas de Fermi y menos de cuántica, porque no queremos gente que vomite libros, sino gente que piense por sí misma.

@DayInLab


* Si os interesa, una de las webs que tiene colecciones de problemas de Fermi es la de la Universidad de Maryland.