Radiografía de un recuerdo

Radiografía de un recuerdo

Ésta no es una historia de laboratorio. Es más bien una historia cotidiana, casi podríamos decir que intrascendente. Sin embargo, me hace ilusión contarla porque pone de manifiesto lo que se puede conseguir con esa ciencia que consideramos rutinaria. Esa ciencia que nos rodea a menudo y a la que no le damos ningún valor, quizá porque nos parece normal encontrarla en el dentista.

Sí, hace poco he tenido que ir al dentista. Inicialmente era una visita de cortesía para hacerme una revisión. Pero mi dentista es muy persistente, y me hizo una prueba de sensibilidad en un diente que se mostraba más amarillo de lo normal. El caso es que yo no sentía nada, pero ella decía que podía ser problemático, así que me «animó» a hacerme una endodoncia.

Yo en el dentista

A mí, como ya podréis imaginar, eso no me hacía demasiada mucha ilusión. Vamos, nada de ilusión. Así que intenté mi mejor argumento: «uy, ese diente lleva así muchos años y nunca me ha dado problemas». Ella contraatacó con una radiografía para ver el estado interno. Como sabéis, yo soy bastante partidario de las radiaciones ionizantes, porque sé la gran ayuda que suponen en muchos aspectos de nuestras vidas. No pude negarme. El resultado para los que sois más curiosos fue éste.

Radiografía de mi diente

La historia podría haber acabado aquí. Os podría decir que finalmente me hice la endodoncia y que sigo vivo, y con el diente mucho más blanco además. Pero lo bonito de esta historia no es su final sino su inicio.

Imagino que vosotros, como yo, tampoco sois dentistas. Pero la radiografía muestra una gran diferencia entre los dos incisivos. La doctora me explicó que en ese diente tenía que haber sufrido un traumatismo de pequeño, de bastante pequeño, porque las raíces no se habían cerrado de forma normal. De hecho, el nervio parecía «calcificado» (el término técnico es obliterado, según creo). Yo, por supuesto, lo negué todo y le dije que no recordaba nada por el estilo. Eso era totalmente cierto porque básicamente no tengo recuerdos útiles anteriores a los 18 años =). Pero algo de aquella historia no le satisfacía a mi cerebro, que siguió dándole vueltas…

¿Podía tener razón la dentista? Al fin y al cabo la radiografía era una prueba muy condundente. Mientras volvía a casa recordé que yo había tenido ese diente roto en la punta, y que sí que tuve que ir al dentista para que me lo limaran. Era un recuerdo muy vago. Llamé a mi madre a preguntarla, pero ella tampoco se acordaba.

Una idea brillante se cruzó entonces por mi mente: ¡debe haber fotos! Fui al álbum del salón (un álbum de fotos, para los más jóvenes, es un libro donde se pegan fotos impresas). Empecé a visitar mi pasado más lejano, desde las típicas fotos de bañera, hasta las vacaciones de verano. Pero me quedé parado en esta foto.

Yo con mi diente roto de pequeño.

Ése era yo en el Campo del moro. La foto, posiblemente, me la tiró mi abuelo. Ellos vivían muy cerca y solíamos ir a esos jardines a jugar. Yo llevaba mi cochecito de metal. Creo que fue idea mía ponerlo en la foto. No sé por qué me gustaba tanto, pero recuerdo que le tenía bastante cariño. Puede que tuviera unos 10 años y se me ve bastante feliz, la verdad. Pero lo que es más importante: ¡en esta foto tenía el diente roto!

Claramente la radiografía no mentía. La doctora había hecho arqueología conmigo y había acertado de lleno. Yo me había roto el diente antes de que acabara de formarse por completo, y por eso las raíces no se cerraron bien. La dentista me había recordado una valiosa lección: que el poder de la ciencia no está sólo en predecir el futuro, sino también en explicar el pasado. Ella no sólo me hizo la radiografía de un diente; me hizo la radiografía de un recuerdo.

@DayInLab