Breaking bad: todo está contaminado

Breaking bad: todo está contaminado

Ayer me sentí como Walter White en Breaking Bad. Mono blanco, patucos, guantes, cuaderno… Entré a la sala blanca a cocinar una nueva réplica para mis experimentos. Os aseguro que mis muestras no tienen nada que envidiar a la metanfetamina de Walter y Jesse: parto de productos con 4 nueves de pureza y utilizo equipos de alto vacío donde la presión es 1000 millones de veces menor que la atmosférica y las partículas podrían viajar hasta 1 km sin encontrarse con nada más. Eso sí, reconozco que mis muestras no tienen el bonito azul de los cristales de «Heisenberg», pero pueden decirme cuando amanece y eso vale mucho más.

¡Todo está contaminado!

De repente lo ví. Sobre mi mesa yacía el cadáver. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí? ¿Cómo había conseguido entrar? No podía saberlo… Por un momento me atacó el mismo pánico que a Walter y pensé: ¡todo está contaminado! Pero no, por lo menos mi mosca estaba muerta (como las de Spassky). No tenía que estar ahí. No podía estar ahí. ¡Se supone que esto es una sala limpia de clase 10000!

Me vino a la cabeza otra escena de película, una en la que a un doctor se le cae al suelo el corazón que van a transplantar al paciente, y entonces el compañero le dice: «a qué esperas, recógelo y sigamos». No tenía mucho sentido quejarse. La cámara climática estaba esperando mi muestra. Cogí un papel y la retiré lo más limpiamente que pude. Sigamos, me dije. No es más que otro día en el laboratorio.

@DayInlab