El mundo sin nosotros (un experimento mental profundo)

El mundo sin nosotros (un experimento mental profundo)

El gato de Schrödinger es, casi sin lugar a dudas, el experimento mental más famoso en la historia de la ciencia. Los experimentos mentales tienen una larga tradición en realidad, y los griegos eran unos verdaderos maestros en ellos. El caso de las paradojas de Zenón es uno de los mejores ejemplos de ello. Mi preferida es la de Aquiles y la tortuga, en la que se «demuestra» que si Aquiles le da ventaja a la tortuga nunca podrá cogerla.

El argumento, para quien no lo recuerde, es muy brillante: pongamos que Aquiles le da 1000 m de ventaja a la tortuga y que es (como es lógico) más rápido, unas 10 veces más rápido que la tortuga. Lo primero que tiene que lograr Aquiles es reducir la ventaja y recorrer los 1000 metros de separación, pero para cuando haga eso… ¡la tortuga ya no está ahí! La tortuga estará a 100 m de la posición original. Y cuando Aquiles recupere esos nuevos 100 m, la tortuga tampoco estará ahí, porque habrá avanzado 10 m más. De manera que Aquiles irá recuperando terreno a la tortuga progresivamente estando cada vez más cerca, casi tocándola, pero ¡nunca la cogerá!

La paradoja de Zenón sobre Aquiles y la tortuga (Fuente: Wikipedia)

Pues bien, hoy quiero rescatar un experimento mental de Alan Weisman conocido como «el mundo sin nosotros», que está relatado tanto en forma de libro como de documental hace algunos años. Alan no es científico, sino que es periodista, pero se propuso resolver la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si, de repente, todos los seres humanos desapareciéramos de la faz de la tierra? Este ejercicio de imaginación es verdaderamente fabuloso por lo bien que refleja nuestra huella en el mundo, y por lo bien que ilustra lo perjudiciales que somos para el planeta. Me gusta especialmente porque ofrece un paseo hacia el futuro en distintas escalas de tiempo y con el foco en distintos aspectos de la naturaleza y de nuestra herencia.

1 min d.H.: silencio y un poco más de frescor. Un humano emite tanto calor como una bombilla de 100 W, pero ya no. Sin embargo las máquinas siguen funcionando. Los aviones aterrizando o despegando acaban estrellándose. Los demás siguen en piloto automático mientras tengan combustible.

90 mins d.H.: algunos sistemas eléctricos empiezan a fallar. La planta eléctrica de las cataratas del Niágara se inunda y deja sin electricidad a millones de hogares. Las centrales nucleares están detenidas.

6 h d.H.: al perder la refrigeración muchos gases almacenados en botellas aumentan la presión y estallan. Empieza a haber fugas en las centrales de gas, que siguen quemando lo que pueden. Centenares de plantas químicas en todo el mundo se incendiarán.

3 días d.H.: gran parte de las máquinas se han parado. El Big Ben ya no dará más la hora porque se da cuerda cada 3 días de forma manual. Los animales domésticos empiezan a tener problemas para sobrevivir. Los animales de los zoos que puedan escaparán. Algunas luces artificiales siguen encendidas.

1 semana d.H.: Los perros se agrupan en manadas, como en 2005 tras el huracán Katrina. Las piscinas que almacenan los residuos radiactivos ya no pueden refrigerarse porque falta el diesel de los equipos. La temperatura aumenta y el agua se evapora hasta que el edificio entero de almacenaje se desmorona y emite radiactividad a la atmósfera. Estos accidentes nucleares se repiten en distintas zonas del mundo.

1 año d.H.: el CO2 emitido por los humanos se limpia rápido. Musgo y líquenes van recuperando el espacio robado al suelo en carreteras y edificios. La vida se abre camino.

30 años d.H.: los árboles echan raíces donde antes había seres humanos transitando. Sólo la Luna ilumina las noches en nuestro planeta. Los satélites empiezan a caer. Las casas también, techos y suelos se pudren. Los cristales de los rascacielos ya no aguantan sobre ellos y las aves los colonizan.

60 años d.H.: los edificios de hormigón empiezan a caer por culpa de la corrosión y el óxido. Las ciudades se van desintegrando poco a poco mientras los animales recuperan las planicies.

1 siglo d.H.: la atmósfera está libre de nuestros gases de efecto invernadero. Los ríos, cuyos cauces habíamos cambiado, han recuperado su territorio. Algunas de las grandes presas del mundo, como la presa Hoover, no aguantará un periodo de grandes lluvias. Los peces viven más tiempo y son más grandes. Las ballenas recuperan su población.

1 milenio d.H.: . los monumentos más reconocibles como la Torre Eiffel (de hierro) o la estatua de la libertad (de bronce) van despareciendo por efecto del óxido. El acero inoxidable sin embargo podrá perdurar como tal.  Algunas muestras de nuestra civilización más antiguas, como las pirámides de Egipto o la gran muralla china resisten. Otro de nuestros grandes inventos, el plástico, es capaz de sobrevivir durante miles de años; de hecho, es para siempre. Sus moléculas son demasiado grandes para consumirse por las bacterias, y su único enemigo es el fuego y la luz.

25 milenios d.H.: una nueva glaciación afecta al planeta. Los glaciares destrozarán lo que quede en pie de nuestra civilización.

1 millón de años d.H.: en la Tierra no queda prácticamente ningún vestigio de nuestra presencia, pero existe todavía un lugar donde nuestro recuerdo y nuestra historia pueden leerse, un sitio donde nuestra huella persiste… la Luna.

Para los que seguís teniendo curiosidad he rescatado el documental Population Zero y os lo dejo aquí junto con esta reflexión final:

Las plantas añorarían seguramente la música de Beethoven, y muchas especies nos agradecerían haber dejado los puentes, otra de las maravillas creada por el ser humano. Ahora bien, ¿la Tierra en su conjunto nos echaría en falta?

@DayInLab