El último reactor (cuando apaguen la luz azul...)

El último reactor (cuando apaguen la luz azul…)

Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia esta ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor.

 

Así, como si fuera Astérix el galo, recordaba yo al único reactor de investigación de la península ibérica. Una especie de último mohicano, un superviviente de otra época, un reducto de ciencia por el que sentir orgullo en un país pequeño. Hace una semana me dieron la noticia: el reactor portugués de investigación (RPI) cerrará para siempre. Lo esperaba desde hace tiempo, pues esta pequeña joya a los pies del Tajo era un extraño museo nuclear dentro de un país que no produce esa energía en centrales. Ni siquiera en España tenemos reactores nucleares para investigación, desde que cerrara el del CIEMAT en 1984. Su hermano portugués era un privilegiado, pero ya no habrá más radiación Cherenkov en su piscina de agua cristalina, no habrá más experimentos con neutrones (esas partículas tan incomprendidas por la sociedad), ni más pizarras de combustible que rellenar…

Antigua pizarra para apuntar el combustible del núcleo del reactor portugués de investigación.

Tampoco hará falta cerrar esa enorme puerta de seguridad que hace años atravesé con la expectación de un niño que empieza a abrir su regalo. Y es que, como físico, no hay muchas sensaciones que puedan compararse a estar encima de una piscina de 10 m de profunidad con 1280 kg de agua y ver cómo emerge bajo tus pies un intenso e hipnótico azul firmado por partículas viajando más rápido que la luz. Millones de reacciones nucleares sucediendo delante de tus ojos y controladas por una cuidadosa elección de elementos y matemáticas. No importa mucho que el reactor tenga unos modestos 1000 kW de potencia: en esos momentos te sientes frágil pero muy afortunado de poder contemplar un espectáculo así, un auténtico ArtInLab.

Radiación Cherenkov emergiendo del reactor portugués de investigación a las 16:04:27 horas del día 5 de abril de 2012.

Puesto que me siento tremendamente afortunado por haber disfrutado de ese paisaje, también me siento en la obligación de dedicarle esta entrada de despedida, no sólo a esta maravillosa máquina, sino a todos los compañeros que han hecho posible que funcionara durante tantos años. Y es que yo hice mi posdoc a escasos metros de ahí, compartiendo comida con los principales responsables de que siguiera habiendo neutrones para hacer experimentos. Experimentos de análisis mediante activación nuclear de la contaminación ambiental o de objetos arqueológicos, estudios para ayudar a la búsqueda de la materia oscura, o para conseguir electrónica más fiable en detectores del CERN, o hacer tomografía o difracción con neutrones de materiales, o estudiar las mutaciones de nuestros queridos arroces valencianos. Todo eso por no mencionar los miles de estudiantes formados durante más de 50 años.

Vista de la nave del RPI con las distintas estaciones experimentales.

Me vienen a la memoria algunas de las anéctodas más brillantes del genial Nuno, como cuando enseñaba los salvavidas de la plataforma superior y le preguntaban, casi invariablemente:

– ¿Y qué pasa si te caes en la piscina del reactor?

A lo que él respondía con toda la tranquilidad del mundo:

– Que ensucias el agua.

Y es que la gente que no ha pisado nunca una instalación científica de alto nivel desconoce, por lo general, la extraordinaria importancia de los detalles imperceptibles, como que el agua de la piscina de un reactor no es normal. La gente tiende a distraerse con los estereotipos como la muerte por radiación, e ignorar la tecnología invisible que existe en lo más elemental.

Se podría decir que la historia del RPI comenzó con el famoso discurso Átomos para la paz de Eisenhower ante la ONU en 1953, génesis de la actual Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA). A raíz de este programa para la promoción de fines pacíficos de la energía nuclear se empezaron a desarrollar contratos bilaterales entre los Estados Unidos y otros países, como Portugal. En base a uno de esos acuerdos, se aprobó en 1955 la adquisición de un reactor nuclear para Portugal. Dos años después, y con un valor de 399800 $ (unos 3.68 M€ en la actualidad), se realizó la compra a AMF Atomics Inc. de un reactor de neutrones térmicos de tipo piscina, moderado y refrigerado con agua, con combustible de uranio enriquecido al 20%, una potencia de 1 MW y un flujo de neutrones de 1013 cm-2s-1. Esta potencia es una 3000 veces más baja que la que puede tener un reactor de una central energética como Almaraz (en Extremadura), pero el objetivo de este reactor era más sencillo: servir a la comunidad científica.

Foto histórica de la sede del reactor portugués de investigación, a unos 13 km de Lisboa. En la actualidad el Campus Tecnológico e Nuclear.

Cuaderno de operación con la primera reacción de criticidad en el RPI. (Fuente: ref. 1)

El reactor se instalaría a unos 13 km de Lisboa, en el actual Campus Tecnológico e Nuclear, y junto con él llegarían también dos aceleradores de partículas (un Van de Graaff de 2 MV y un Cockcroft-Walton de 0.6 MV). El 25 de abril de 1961 se conseguía por primera vez operar el reactor en condiciones de criticidad, lo que suponía un verdadero hito científico. No en vano se estaba inaugurando la mayor instalación científica del país, que ha dejado un inmenso legado científico con toda una generación de físicos nucleares.

El destino quiso que empezara mi posdoc en esas mismas instalaciones hace seis años, y que llegara a tiempo para disfrutar de la celebración del medio siglo de vida del reactor. DayInLab no existía todavía por lo que no tengo registros tuitiles de esa celebración pero, como os comenté en otra ocasión, sí conservo un recuerdo muy preciado de aquel día que hoy ha ganado todavía mucho más significado para mí.

Es un disco pequeño, de 5 cm de radio y 5 mm de espesor (lo he tenido que medir ya que al parecer no soy muy bueno con las distancias =). Gris, un gris que recuerda al hormigón del muro de Berlín; y con el que comparte además el valor de la historia, porque es historia de la ciencia. En su interior se apilan los átomos de carbono en forma de grafito, grafito bombardeado y quemado por incontables partículas subatómicas en el interior del reactor. Un día fue el combustible para encender esa preciosa luz azul.

Regalo conmemorativo de los 50 años del RPI: Disco de grafito de la columna térmica del reactor.

Ahora, cuando apaguen la luz de ese último reactor de investigación, mi pequeño disco aún palpitará al compás del Geiger, y las indistinguibles huellas escritas por años de reacciones nucleares se mezclaran con el fondo natural de nuestro planeta, y seguirán escuchándose en forma de radiactividad. Y al oirlas yo volveré a pensar: era azul, azul Cherenkov.

@DayInLab


Referencias:

  1. O reactor nuclear português fonte de conhecimento, Jaime da Costa Oliveira, Ed. O mirante, 2005.
  2. O reactor português de investigação no panorama cientifico e tecnológico nacional 1959-1999, H. Machado Jorge, Carlos Jorge M. Costa, Sociedade Portuguesa de Física, 2001.
  3. 50 anos do reactor portugês de investigação, Gazeta de física 36, 2, 2013.
  4. Video CTN, https://www.youtube.com/watch?v=HbwATEP-rQA
  5. Video ITN, https://www.youtube.com/watch?v=O3-04wPKxwo
  6. http://sicnoticias.sapo.pt/pais/2017-03-03-Falhas-de-seguranca-no-reator-nuclear-portugues