Morir en el laboratorio
Recuerdo con cariño un hermoso relato de Asimov titulado «Morir en el laboratorio» (incluido en el libro El electrón es zurdo) porque para mí representa, como pocos, el sacrificio que supone la ciencia. Cuando alguien trata de desacreditar a los científicos siempre vuelvo a él porque es una historia que me inspira y conmueve. El relato habla de los intentos de aislar el flúor (F) como elemento químico y de todos los científicos que perdieron la vida por eso.
Y es que el F es el elemento más electronegativo de la tabla periódica, lo que en pocas palabras quiere decir que reacciona con cualquier cosa, incluidos los gases nobles. Vamos, que es un asesino nato, extremadamente tóxico. ¿Cuánto? Pues por poner un ejemplo permitidme recordar esta famosa (y exagerada¹) escena de Breaking Bad sobre los efectos del ácido fluorhídrico en una bañera (¡Mary, cierra los ojos!).
El caso es que el F se puede obtener de la fluorita, un mineral que ya se conocía en 1529 (aunque su producción industrial no fue importante hasta el proyecto Manhattan, donde se usaba para enriquecimiento de uranio). Sin embargo, debido a su alta reactividad aislarlo fue muy complejo y para ahorraros los detalles os dejo aquí una lista de los intentos:
- Carlos Guillermo Sebéele (después de años de invalidez murió a los 44 años) – El primero en defender que el gas extraído de la fluorita es un ácido.
- Humphry Davy (sufrió un envenenamiento y murió a los 50 años) – Intentó aislar el F por electrólisis; no pudo.
- Thomas y George Knox (ambos murieron intoxicados por HF) – Intentaron aislar el F usando Cl; no pudieron.
- Paulin Louyet y Gerome Nickles (murieron intoxicados por HF) – Siguieron el procedimiento de los hermanos Knox.
- Henri Moissan (tras 4 ataques de intoxicación por HF, murió a los 54 años) – Consiguió aislar el F por electrólisis el 26 de junio de 1886, usando una aleación de Pt e Ir, y bajando la temperatura.
Sólo esto debería hacer que cuando esta noche os lavéis los dientes miréis de una forma distinta (¿quizá incluso con miedo?) la pasta que tan distraídamente untáis en el cepillo. Pero no escribo esta entrada para recordaros algo que podéis leer del gran Asimov.
Escribo esto porque podéis tener la falsa impresión de que ese tipo de cosas ya no ocurren, que ya no estamos en 1886, que ahora la tecnología nos protege y que los científicos ya no son lo que eran… Pues bien, mi amiga Nuria, una de las científicas que más admiro en el mundo, estuvo a punto de morir también en el laboratorio.
Veréis, Nuria trabajaba con un sistema de pulverización catódica. Es un sistema de depósito de materiales muy común, en alto vacío, y que utiliza un plasma creado por descarga eléctrica. El mismo con el que hemos hecho nuestra muestra despertador. Para producir un plasma en laboratorio hacen falta condiciones especiales de presión, temperatura y, sobre todo, de voltaje. Hay que producir la ignición mediante alto voltaje (digamos que rondando los 1000 V dependiendo del equipo), al igual que se hace con las famosas lámparas de plasma (inventadas por Tesla).
Ella llegó al laboratorio con su plan de muestras preparado. Antes de iniciar el crecimiento todo estaba apagado y parecía en orden. Le preguntó al compañero de trabajo que lo había usado por última vez, porque las fuentes de tensión se comparten entre varios equipos. Su compañero, que trabajaba con los cascos de música puestos (algo que sucede muy a menudo en los laboratorios), le dijo que podía usarlas, que eran todas suyas.
Nuria se fue a preparar los sustratos, pero mientras tanto el compañero (creyendo que ella se había marchado) aprovechó para realizar unas pruebas sin indicárselo, así que cuando ella se acercó al equipo para desconectar los cables ¡la tensión era de 1000 V y admitía 900 mA en continua! Aunque el voltaje pueda parecer muy alto lo verdaderamente peligroso de las fuentes, lo que te mata, es la corriente. Para los que habéis leído electrónica radical ya sabéis que 900 mA es una barbaridad. Por poner las cosas en perspectiva, en las casas la corriente (alterna) de la luz salta cuando hay un exceso a los 30-50 mA (aunque 6 mA son suficientes para provocar un paro cardíaco).
Nuria recibió tal latigazo que el brazo y parte del lado izquierdo del cuerpo se le quedó paralizado. Hubo un arco de descarga entre el destornillador y la abrazadera de la fuente y, afortunadamente, no se llegó a cerrar el circuito. Aunque una mano tocaba el cable, la otra estaba en el mango del destornillador que era de plástico. Además cortar la corriente en estos casos no habría sido sencillo porque la instalación es especial (trifásica) y no es como bajar el diferencial en casa.
Los guantes que Nuria llevaba se rompieron con la descarga, y la corriente atravesó el dedo que estaba más cerca del contacto quemándolo. Tuvo una parálisis en el brazo de un par de horas, y tuvo que estar monitorizada 8 horas para prevenir arritmias. Pero tuvo mucha suerte: si en lugar de la descarga en arco se hubiera cerrado el circuito la corriente habría atravesado su cuerpo y os puedo asegurar que esta entrada sería bien distinta.
De este suceso se podrían sacar seguramente varios fallos de seguridad, tanto humanos como técnicos, pero hay dos bastante importantes que creo que están muy extendidos, por lo menos en los laboratorios que yo conozco:
- No se forma en seguridad laboral a los investigadores, ni estudiantes, ni a la gente en general… Se presupone la formación o se considera innecesario o sencillamente no hay dinero para ello.
- Los equipos que se utilizan muchas veces son deficientes, están mal instalados, o no tienen los sistemas de protección adecuados (puedo contar muchos laboratorios así…). Las condiciones, en definitiva, son pobres o antiguas y eso las hace peligrosas.
Pero volviendo a la historia del flúor, mi conclusión final es ésta:
Si en los laboratorios ocurren cosas maravillosas es gracias a científicos que trabajan muy duro en ellos, dejando su tiempo, su esfuerzo, y… algunas veces, dejando también su vida. Por eso sólo puedo acabar esta entrada de una forma: ¡Nuri, me alegro muchísimo de que sigas viva! Ahora eres mi superheroína preferida.
@DayInLab
¹ Aparentemente algo así requeriría bastante tiempo ya que en el programa MythBusters realizaron el experimento en condiciones más controladas y no consiguieron destrozar la bañera.
[…] e impagable, lleno de historia. Un cuaderno que sigue siendo testigo mudo de lo que significa morir en el laboratorio, porque su elevada radiactividad lo mantendrá ocultodurante algunos siglos más en cajas blindadas […]
La importancia de la prevención… Un abrazo Nuria!!
[…] despidos indignantes, contratos milagrosos, promesas cum laude. Por tener, hemos tenido hasta superheroínas. Aunque de todos los momentos yo me quedo, sin duda, con los amaneceres y aluneceres. Al fin y al […]
[…] Resulta curioso, sin embargo, que hiciera falta bastante tiempo para que la comunidad científica se adaptara al nuevo secreto del átomo, invisible para casi todos salvo cuando se revelaba en las placas fotográficas. Como es bien sabido, esta falta de protección fue determinante en la muerte de Marie Curie por leucemia, seguramente el caso más famoso de morir en el laboratorio. […]
[…] Resulta curioso, sin embargo, que hiciera falta bastante tiempo para que la comunidad científica se adaptara al nuevo secreto del átomo, invisible para casi todos salvo cuando se revelaba en las placas fotográficas. Como es bien sabido, esta falta de protección fue determinante en la muerte de Marie Curie por leucemia, seguramente el caso más famoso de morir en el laboratorio. […]