El final del camino (o un nuevo comienzo)

El final del camino (o un nuevo comienzo)

Nunca he corrido una maratón (y no sé si algún día lo haré) pero la sensación de ahora debe ser similar a la de cruzar la meta después de 42 km y 195 m… sólo que me ha llevado 16 años hacerlo.

Sí, ayer no fue otro día más en el laboratorio. Os mentiría si dijera lo contrario. Ayer fue un día importante; tanto que va a hacerme cambiar la biografía de este blog. Veréis, cuando la escribí hace unos años tuve muchas dudas: ¿cómo definirme? ¿Qué era yo en ese momento? ¿Uno se define por lo que hace o por lo que es? En ese momento me describí sencillamente como posdoc, o lo que es lo mismo un doctor en busca de un empleo estable. Porque todos los que somos posdoc vivimos en un mundo incierto, que fundamentalmente se resume en la búsqueda de la tranquilidad para poder hacer tu investigación sin preocuparte por tu futuro.

¿Sinónimos?

Y es que en el mundo de la ciencia hay dos palabras mágicas que surgen siempre en las conversaciones: permanent position. Cuando te encuentras con amigos en los congresos y te preguntas cómo te va, esas dos palabras marcan la diferencia entre el valhalla o la incertidumbre. Entre tener el billete ganador o el cartón que dice «siga jugando». Lo normal es que haya que hacer 2, 3, 4 posdocs… A partir de cuatro a mí me gusta llamarlos directamente superposdoc. En mi caso he tenido tres contratos diferentes desde que me doctoré, así que podríamos decir que sólo soy un posdoc del montón.

Pirámide de la carrera investigadora en la academia (con algo de humor).

Pues bien, ayer no fue un día como los demás porque fue el día en el que defendí mi carrera vital para lograr una plaza de profesor universitario. Y traduzco deliberadamente la expresión latina de curriculum vitae, porque está maravillosamente elegida en nuestro campo. La carrera científica es, por encima de todo, una tremenda carrera vital. Vital, por supuesto, por el tiempo que le dedicamos: a mí me ha llevado 16 años desde que la empecé (y cuento como inicio el primer día que trabajé en el laboratorio con mi beca). Pero es vital también por las emociones tan fuertes que genera, por la lucha continua para la superación que conlleva, y por la pasión que se necesita.

Esperando al billete de oro: el estado del posdoc.

Tengo que confesar que la defensa fue muy bien y las 2 horas no se hicieron muy largas, aunque por momentos sentí que volvía al día de mi tesis. Tuve críticas positivas (la gran mayoría) y preguntas de las que apetece responder, casi filosóficas. De todas ellas, probablemente la que más me gustó fue una que no recuerdo literalmente, pero que venía a decir: si tuvieras que elegir entre tu docencia y tu investigación, ¿dónde crees que has dejado más impacto?

Ah, ¿que queréis saber lo que respondí? Pues dije que por mucha investigación que haya hecho y por muy buena que sea, creo que la huella más importante que he dejado es como profesor. Y les dije, además, que tengo siempre muy presente a Plutarco cuando enseño, porque creo firmemente que «la mente no es como un vaso que hay que llenar, sino como un fuego que hay que encender».

La gran noticia que hoy quiero compartir con vosotros es que ¡¡¡me han dado la plaza!!! He llegado al final del camino después de todo. O quizá no, quizá es sólo un nuevo comienzo. Supongo que es una cuestión de perspectiva. En cualquier caso significa que podré seguir trabajando en esto que tanto me gusta de hacer ciencia en el laboratorio y, de vez en cuando, encender algunas mentes. Espero que no me acusen de pirómano

@DayInLab


Me gustaría dedicar esta entrada a todo el mundo que me han ayudado en estos años. A los que habéis sido mi inspiración, a los que habéis sido mi apoyo, a los que habéis sido mis cerillas, a los que habéis sido mis compañeros de viaje, a los que me hacéis mejor persona y a los que, a pesar de mis defectos, seguís aguantándome. Esto es también, y en gran medida, de vosotros. ¡Mil gracias!